martes, 20 de junio de 2006

"La Casa de los 1000 Cadáveres"

Si soy sincero, nunca he sido un devoto de la música compuesta por el señor Rob Zombie, aunque he de reconocerle cierto mérito en la plasmación visual de su mundo interior, un pastiche que recoge referencias de la ciencia ficción clásica, su obsesión por las películas de terror y la cultura trash. Por eso, no hubiera prestado mucha atención a su proyecto, que, eso sí, tenía el sugerente título de "The house of 1000 corpses", de no ser por los contínuos retrasos e impedimentos a los que se vió sometido tras el abandono de la Universal, que lo hicieron deambular por el limbo durante tres años buscando distribución; finalmente, Lions Gate se hizo cargo siempre y cuando se realizarán algunos cortes en el montaje final para eliminar las escenas más explícitas, lo que redujo la duración a tan solo 88 minutos.


¿Realmente era para tanto?.

Lo verdad es que no, aunque es comprensible que para cierto sector del público, adoctrinado durante más de una década mediante producciones manifiestamente insípidas, resulte incómoda semejante exaltación de la violencia, que muestra sin ningún tipo de reparo un festival de sangre y visceras, febrilmente orquestado por una variopinta panda de freaks surgidos de las entrañas de la América profunda, payaso psicópata incluido, cuyo acertadísimo casting, repleto de viejas glorias de la serie B, solo realza la vocación multireferencial de la película.
Porque lo que encontramos en "La casa de los 1000 cadáveres" es, básicamente, un esperpéntico homenaje a los más celebérrimos títulos de la serie B, tales como "La matanza de Texas", "Las colinas tienen ojos", "Spider Baby" o "La casa de los horrores", que logra erigirse con entidad propia, al menos a nivel estético, a pesar de estar plagado de estereotipos y lugares comunes, gracias a la grotesca y malsana atmósfera que lo envuelve todo y a la hábil mezcla de recursos narrativos. Lamentablemente, la mayoría de las aportaciones quedan restringidas al terreno visual y la historia se resiente por la práctica ausencia de ideas originales, limitándose al reciclaje, que no renovación, de una fórmula demasiado conocida por los aficionados al género, lo que conduce a una inevitable pérdida del factor sorpresa. Así que, para compensar esta carencia y mantener el interés, el señor Zombie recurre a una buena dosis de mala leche, degeneración, brutalidad y exceso que acaban convirtiéndose en el auténtico disfrute, un plato con sabor a gore solo para paladares exigentes y el estómago a prueba de bombas.

Es por eso que, pese a no alcanzar la calidad de las títulos en los que se inspira, sin duda logrará encontrar un hueco porque su frenética propuesta, que no deja indiferente a nadie, bien lo merece.

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